sábado, 6 de agosto de 2011

Este pago de Dorrego


Es el llano redondo y siempre verde,
lujoso tirador que se engalana
con arroyos de inquieta platería
y con lagunas de monedas mansas.

Predio rural techado de gaviotas,
dos horcones fluviales lo apuntalan:
el Sauce Grande y el Quequén Salado
que llevan hacia al mar toda la pampa.

Por el Quequén descienden los luceros,
por el Sauce discurren las calandrias,
ambos nacen con brios en la sierra.
y después la llanura los amansa.

¡Tiene tantas maneras de este pago
de proclamar su herencia sin palabras!
En huesos laminados de intemperie,
en su espina dorsal agropecuaria.

En el costado azul y salobreño
con infinitos pajonales de agua,
donde un mangrullo litoral ondea
desplegando su luz hospitalaria.

¡Tiene tantas maneras este pago
de publicar sin gritos sus hazañas!
El soldado de solo sable y poncho,
y el coraje supliendo lo que falta.

El gaucho desplazado, casi en cueros
y sin embargo entero en las patriadas,
el estanciero que rindió baguales;
e inició con alambres el mañana.

La ferviente milicia de fronteras
cobrando sin cesar la tierra huraña;
el domador, el chasqui, y el labriego,
la multitud anónima que pasa.

Por el margen callado de la historia
con humildad de pueblo; sin medallas,
y la gente, nación, creciente gringa
que se entrego a la gleba en cuerpo y alma...

¡Tiene tantas maneras este pago
de recordar las cosas sin nombrarlas!
Era un suelo orejano, sin memorias
polvo ancestral sobre la boca atlántica.

Apenas si algún raudo pie aborigen
erigiría la vida en sus distancias,
llanura arrebujada en el silencio,
tuvo un despunte vial en rastrilladas.

Y en el toldo, aunque fugaz, le alzó querencias
donde no había más que cielo y pampa
Salvaje latitud de patriotismo,
no eran hombres, más bien toros en ascuas.

Aquellos del principio, los que echaron
la raíz verdadera pero amarga.
Allí estaban entonces los bañados
asiduos de totora y paja brava,

de carrizo y plumosas cortaderas
en un vaivén espeso de arrogancia,
desvelados de teros y bandurrias,
de gallaretas siempre en algarada,

de flamencos absortos floreciendo
como rosas vivientes sobre el agua.
Allí zorros, vizcachas y peludos
como dueños campeaban a sus anchas.

Corría el avestruz a toda rienda
enteramente libre de asechanzas
y todo bicho del señor cabía
en esa rama libre y espontánea,

en ese crecimiento imperativo
que era en todo bagual y lo gritaba
Con doncella de cobre y ojos negros
en su fugaz momentos de torcazas,

con mocetones ágiles, sombríos,
pumas vertidos en vasija humana,
allí fundó su indómita progenie
el ser elemental, el puro pampa

que dió Calfucuraes y Catrieles
y una agria población de vincha y lanza.
Luego el tiempo que es potro inapelable
va volteando caminos a la espalda,

y la huella desnuda y cimarrona
se entrevera con rastros de otra laya.
Ranchos de adobe y junco, lentamente
afirman la experiencia sedentaria,

promoviendo brocales y tranqueras
y los trozos fecundos de las chacras.
los hombres se acollaran a la tierra
penetrados de amor y de esperanza,

y le dan lo mejor: la fuerza, el hijo,
de sol, a sol la frente, y la plegaria,
y en el estricto holgorio, algunas veces
la costumbre del mate y la guitarra,

y tal vez una danza campesina
con vuelos querendones de zarazas.
Quedan pocas parcelas redomonas;
sobre el erial hay música de parvas,

y se diluye el tránsito matrero
en la densa corriente provinciana.
¡Tiene tantas maneras este pago
de ponderar su médula paisana!,

en ritmo cereal innumerable,
en el pulso de eglógicas manadas
en el costado azul y marinero
donde todo concluye en cielo y agua,

donde hay torre de arena sobre el viento
y palomas de sal sobre la playa.
¡Tiene tantas maneras este pago
de expresar los colores de la patria!

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