martes, 11 de agosto de 2009

El Almacén


Ante el verdor del potrero
Aumenta su desamparo
El trozo de cielo claro
Que tiembla en un aujero.
Sólo lo defiende un tero
Cruzando como una flecha
Y un viejo aromo lo techa
Con una rama extendida
Sobre la madeja ardida
De la totora deshecha.

En la torcida tranquera
Cicuta y cardo chileno,
Trenzan espina y veneno
Entre el hierro y la madera.
Y la cadena rastrera
Se carcome y amohosa,
En la mañana jugosa
Y fresca de la gramilla.
Donde abre la manzanilla
Su margarita olorosa.

En el patio se desploma
El brocal entre espinillos
Amoratando ladrillos
Sobre revoque paloma,
Y en un repecho de loma
Que rememora un corral,
Alzan su descanso igual
E inútil dos ruedas viejas
Y un arado hunde las rejas
Rotas en el pastizal.

El aire se desconcierta
En la paré derrumbada,
Silva en la paja afilada
Y entra en la pieza sin puerta
Mientras la tarde desierta
Refleja en el corredor
Un brillo deslumbrador
Que hace más pobre la ruina,
De la silueta barcina
Rodeada de resplandor.

Refugio en el callejón
Abierto entre cielo y pampa
Allí se jugó sin trampa
La caña o el corazón.
En ese bravo encontrón
Del gesto con la mirada
En que luce el as de espada
O la cuchilla homicida
Rayando en rojo la herida
O la baraja gastada.

Recuerdo en su mostrador
Más de una silueta esbelta
Bruñendo en la media vuelta
La plata del tirador
Y hasta percibo el olor
A yerba, giñebra y cuero
Veo el salame casero
Y el medio jarro de vino
Que eran almuerzo mezquino
De algún callado resero.

Y nunca podré olvidar
El sitio justo en que estaba
Aquella cancha de taba
Que el trébol volvió a tapar.
Y el sapo con su sonar
Hondo de viejas maderas
Y las carreras cuadreras
En que en idas y venidas
Solían perderse en partidas
Las lentas tardes enteras.

Y aún siento en la cara el viento
De algún regreso distante
Con galleta en el pescante
Y diarios bajo el asiento
Mientras un tinte violento
Manchaba de bermellón
El fondo de cerrazón
Y sólo se oía el rebote
Rítmico y seco del trote…
Y un roce de guarnición.

Me trae siempre el Almacén
Con su paisaje de ausencia,
Cantos de correspondencia
Un rato después del tren.
Frente a frente del andén
De la estación que volvía,
A su penumbra vacía
De piedra gris y gastada,
Cuando la última pitada
Crispaba la lejanía.

Pienso en la frase segura
Dicha con tono dudoso,
En las manos en reposo
Bronceando la faja oscura.
Y en tanta grave figura
Que contra el tono del cielo
En un airoso revuelo
De poncho bayo y rebenque,
Desmontaba en el palenque
Arreglándose el pañuelo.

Ahora que mi voz viajera
Llega y se va por las vías,
Lo evoco igual que otros días
Con su color de bandera.
Y aunque lo encuentre tapera
Que en sombra se desvanece
La vista siempre parece
Antigua al abandonarlo
Tal vez para imaginarlo
Abierto cuando regrese.

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