viernes, 18 de septiembre de 2009

De los caballos de la Patria (payada)


El caballo que ha llegado
con Don Pedro de Mendoza
sobre la pampa grandiosa
luego se ha multiplicado.
Traía un zaino colorado
que cuando desembarcó
junto al Riachuelo montó,
y pienso que fue el primero,
que resollando el Pampero
estas praderas cruzó.

En el suelo paraguayo,
cuando Artigas se moría
"traigan mi moro", decía
"quiero morir de a caballo".
Argentinos y uruguayos
ya conocen el porqué
hay que estribar con mas fé
cuando ya el final se advierte
que a un buen gaucho, ni la muerte
debe encontrarlo de a pie.

A caballo por Suipacha
con los gauchos de Balcarce
que amagando replegarse
volvieron de punta y hacha.
Con esos criollos sin tacha,
que al alerta del clarín
desde el lejano confín
en un galope nos llega,
el tostao de Santos Vega
y el blanco de San Martín.

En el galope o el tranco,
el paseo o el sacrificio,
el Palomo de Aparicio
tuvo alas de poncho blanco,
y en el centro y en el flanco
de las pampas solariegas,
se toparon en refriegas
para el mal o para el bien,
el oscuro de Pincén
y los blancos de Villegas.

Un moro de buena laya
montó Guemes y al comienzo,
un bayito en San Lorenzo
cayó bajo la metralla.
En la guardia el monte talla
un colorao, sangre e' toro;
como diciendo, atesoro
aquel corvo soberano:
va el rocillo de Belgrano
y Martín Fierro en su moro.

Y sin dejar nombre alguno,
porque el paisano sencillo
lo nombró por el rocillo,
el gateao o el lobuno,
el pangaré y el cebruno,
los ensilla la memoria
con un apero de gloria
y con las señas del pelo;
como el gaucho de este suelo
fueron sin nombre a la historia.

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