miércoles, 12 de enero de 2011

Para una madre

(Pintura: Arancio)
A Doña Lorenza B. de Arellano
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Cuatreriando en el potrero donde invernaba sus sueños
a media rienda en el brioso potro de los desengaños,
pasó a ponchazos el tiempo con sus últimos anhelos,
y estaquió sus esperanzas en el cepo de los años.

Lleva un medio siglo largo de cansancio en sus espaldas
pesado rebozo negro tejido por el dolor,
y es un milagro de trigo pan de la mesa y el alma
Hostia mil veces bendita en el Altar del amor.

Porque por amor fue mártir ya que por amor fue madre,
y cayó crucificada en su misma abnegación,
sobre su frente agrietada quemó el sudor los laureles
y una hoguera de amargura le achicharró el corazón.

Sintió cuando fatigosa repechaba una lomada
silbarles las ñanduceras invisibles del dolor,
el carguero e' su esperanza se despeñó por los cerros
salvó en la caída sus penas, y algo perdió de su amor.

Y siguió su camino largo de escabrosa encrucijada,
un camino anochecido de olvido, de piedra y muerte
siempre en las ancas lunadas de un blanco potro de ensueño
que jué maniando el cansancio lejos del pago'e sus suerte.

Jué pa la sombra 'e sus hijos bichito'e luz siempre en el fuego
un candilcito con alas que por ellos parpadeó
se les clavó sobre el trillo como diciendo: "Este rumbo"
y jué lluvia de luceros que en sus almas madrugó.

Ya el esteral de su vida va doblando los Juncales
poco a poco sus mañanas irán mermando el calor
y en la noche de su pelo una garúa cenicienta
le va agrisando los flecos como a un poncho de dolor.

En sus noches renegridas no cuajaron las auroras
jué quemando sueño a sueño como grasa de candil
y se le ha "cribao" el alma con tanta y tantas heridas
que como flores de ceibo le están sangrando de a mil.

Aún se arrodilla en la tina comulga con el trabajo
y con el añil destiñe su ilusión crepuscular
cruzan el campo'e su mente la tropilla'e los recuerdos
y aunque el tropero es baquiano no terminan de llegar.

Sus manos, tibios aleros en el invierno del pobre
viejo y santo crucifijo, diez renglones de perdón
como dos panes muy blancos en el mantel de las almas
desmigajando ternuras si hay hambre en un corazón.

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