lunes, 28 de marzo de 2011

Carneada

(Pintura: Carlos Montefusco)
Una charla mezclada con los clamores
de unas ruedas resecas y envejecidas,
anuncian que se acercan los carneadores
por la misma huella de "ida y venida".

Van rumbeando al potrero, tras de la Estancia,
donde esperan la hora de la carneada,
un vuelo de chimangos en vigilancia
que después, en los postes, hacen parada.

La "zorra", desprendida de la asidera
clava el pértigo en tierra, mientras los peones,
van derecho a las gordas, donde una overa,
dispara maliciando las intenciones.

Esa! -grita uno de ellos-, como un convite
mientras arma el trenzado con todo esmero,
despues le forman calle y a un solo "pique"
la llevan paleteando hasta el matadero.

Al llegar a la playa zumba la armada
y el pingo, baquianazo, queda aguantando,
mientras ciñe la arisca que, medio ahorcada
resuella a los quejidos trastabillando.

Como luz, sobre el lazo y echando amno
se ha corrido uno alerta por la embestida,
luego un triste balido que es casi humano
comprueba la certeza de la honda herida.

En las últimas ansias, tiembla unos pasos,
despues, ya desangrada cae de rodillas,
y afirma la cabeza, besando el lazo
que le ingirió la muerte con la presilla.

Sobre el "pucho" garrean, la carne asoma,
y hacia a los costillares baja el acero,
cuando alguno descarna, puntea la broma:
"El que quiera matambre que vaya al cuero"...

Después, como descanso, por un momento,
se oyo "cantar" la chaira sacando filo,
luego prenden un "negro", siguen un cuento
y un cuzco, largo a largo, duerme tranquilo.

Termina la faena; la zorra vieja
se queda con la carga medio empinada,
y comienzan las ruedas la misma queja
que anuncia, entre dos luces, la retirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario