viernes, 1 de julio de 2011

Huevo de yegua



Charlábamos; al tranco, con el mozo
que me acompaña a repuntar las yeguas:
un nación, todavía recién hollado
que se vino a este país a hacer la América.

El sólo ponderaba a sus paisanos,
y sorprendían las cosas de su tierra.
¡Todo era grande en el país del gringo,
y a la par lo de aquí, mezquino era!

En eso: junto a un claro entre los cerdos,
un huevo guacho de avestruz blanquea,
lo alzó el nación, y se quedó admirado
al garantirle yo que era de yegua.

Socarrón lo contemplo; es el desquite
que me tomaba así de esa manera,
y en tono serio: "En ese huevo, amigo,
ha de haber un potrillo de carrera."

Y talonié mi pingo; me adelanto
a cortar la yeguada que está cerca.
El gringo chapetón, por alcanzarme
castiga al suyo con la rienda suelta.

¡Se le escondió el sotreta! Por el aire
lo mandó contra el suelo de cabeza,
y el huevo de avestruz que era culeco
hizo explosión cuando golpeó la tierra.

El ruido y el movimiento alarmaron
a un zorro que escondido estaba cerca,
quien salió como luz de entre unas matas
y se perdió en el campo a la carrera.

Lo vió el nación y se golpeó la frente,
como quien de una cosa se da cuenta:
-"¿Ve ese potrillo moro que dispara?"-
Me dijo: -"Era del huevo ése de la yegua".

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