miércoles, 20 de julio de 2011

Mi tropilla



Sobre las lomas floridas
que el sol de enero engalana,
se ve pasar, soberana,
una tropilla elegida.
Y es todo un canto a la vida
ver correr esos potrillos,
contra el viento los flequillos,
sudorosos los pescuezos;
y en cada potro hay un beso
que le da el sol, con su brillo.

Yo los miraba de a pie,
con el alma acobardada,
por la bruta bellaqueada
de un bagual que no domé.
¡Quién me volviera la fe
que ya en mi pecho no brilla!
¡Quién le diera a mis rodillas
toda su fuerza y valor!
¡Quién fuera ese domador
que amansara mi tropilla!

Algo adentro me decía
mientras los potros miraba,
que si no los ensillaba
naides los amansaría.
Y mi corazón sufría
sin coraje y derrotado,
al ver mi gaucho recado
con amargo desconcierto,
lo mesmo que un niño muerto,
sobre el piso, abandonado.

Entonces fue, que Él llegó,
puso un bozal en mis manos
-"Muente -me dijo- paisano,
que he de apadrinarlo yo. "
A los ojos me miró,
y yo a sus ojos miré;
y volví a tenerme fe
porque con Fe le creí.
Entonces le dije: "sí"
y las espuelas calcé.

¡Bendito apadrinador,
conocedor del oficio!
Decir que "no", fuera vicio,
decir que "sí", fue mejor.
¡Toda la pampa está en flor.
Todo el campo está de fiesta!
Tengo las espuelas puestas,
y mi potro en el palenque,
ya levanto mi rebenque:
... todo lo que vale... cuesta.

Ese oscurito tapao
será el último bagual.
Cuando muente ese animal
todo se habrá consumao.
Pondré en su lomo el recao
de más linda platería
y al morir la luz del día,
la tropilla por delante
-con mis dos manos sangrantes-
partiré en su compañía.

Cuando divise el galpón
-capaz de ser un domingo-
voy a hacer rayar el pingo
pa'saludar al Patrón.
Desmontaré el redomón
y le diré de rodillas.
-Aquí tiene la tropilla
que Usted me había encomendao.
Estando su Hijo a mi lao,
la doma se hizo sencilla.
(Pintura: Castells Capurro)

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