miércoles, 21 de octubre de 2009

Cumplió la condena



- ¡Contreras Venancio!
- ¡Presente!
- Ya es libre, Contreras,
por buena conducta
cumplió la condena.
De nuevo a la vida,
a la vida buena.
Tan sólo recuerde
que pasó diez años
metido entre rejas
por matar a un hombre
con causa o sin ella,
cuando en el camino
de su nueva vida
quiera su cuchillo
vengar otra ofensa.
¡Que la ley es hombre
y el hombre condena!
- ¡Lo tendré presente, señor,
hasta el día que muera!

-Ahí tiene caballo,
elija la güeya.
- Yo elijo esa:
la que lleva al rancho
de mi pobre vieja.
¡Mi cabayo crioyo;
no descansaremos
hasta dar con ella!
- Dele algún resuello;
son muchas las leguas.
- Y más son mis ansias
que tengo por verla.

El cabayo criollo
estiró el pescuezo,
paró las orejas
y antes de un "adios"
se perdió en la "güeya".
Y a fuerza de patas y manos
arañando tierra;
el caballo criollo
va tarjeando leguas.
Ya pasó la tarde;
ya la noche llega,
y el caballo criollo
baja las orejas.

- No se entriegue, amigo,
le dice Contreras.
Ya nos falta menos,
ya estamos más cerca.
Más dispués descansa;
le juro, por eya.
Comprienda mi amigo,
diez años sin verla.
Diez años sin besos
sin oirla siquiera;
sin sentir sus manos
sobre mi cabeza.

Diez años que escarba
en mi pecho la pena,
el ansia juriosa
de estar junto a eya
tirao a sus pies,
p'a decirle: "Mama";
aunque mil me ofiendan,
yo seré el más maula
que pisé la tierra.
¡Si habré sido maula
que m'olvidé de ella!

Y pasa la noche
y con la alborada
se van las estrellas.
- ¡Ahí está mi rancho!-
exclamó Contreras.
Levanta los brazos,
afloja las riendas;
y hechos un ovillo
ruedan por la tierra.
- ¿S'hecho daño, amigo?-
pregunta Contreras;
y con un ronquido
responde la bestia.
Descanse mi amigo,
que yo voy a verla.
El caballo criollo
se quedó en la güeya
"pa que los caranchos
tuvieran de fiesta".

- ¡Mama, aquí está su hijo!
Aquí estoy de güelta;
pa estarme pa siempre
junto a su poyera.
¿Ande está mi mama?
¿Porqué no contesta?
¿Porqué los cardales
cerraron la puerta
y se hicieron quincha
con la madreselva?

¿Por qué no hay un perro
que ladre o que muerda,
como está mordiendo
aquí en mi cabeza
un grito que dice
que no podré verla.
¡Que se jué pa siempre;
que murió de pena!
Mi santa viejita;
tan solo quisiera,
a juerza de uña,
buscarte en la tierra.

Si ley es hombre
y el hombre condena;
yo pregunto áhura:
por matarla a eya
qu'era lo más noble
que había en la tierra;
mi Santo Dios güeno,
¡a qué me condenas!

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