miércoles, 14 de octubre de 2009

Mala estrella


El sol cansao se tendía
a dormir su sueño diario
Y un rojo poncho incendiario
El horizonte vestía,
la noche que se escondía
comenzó a desperezarse,
amagando levantarse
y extender su negra alfombra,
formando un rancho de sombra
pa’ los que buscan amarse.

Silencio hicieron las aves
Cuando el sol se había escondido,
Cada cual busca su nido
Con raudo volido suave.
En ningún oído cabe
Ni el latir del corazón,
Si hasta la respiración
La detienen de ex profeso;
Porque el diálogo de un beso
Talla en aquella ocasión.

Enceguecidos de amor
No ven que dentre los galpones,
Dos ojos, como facones,
Contemplan con estupor;
Se oye un lánguido clamor
Como un profundo bosquejo
Y de la luna, el reflejo;
Ante la insistencia de él:
Cae la ropa de la infiel
Y cae la vista del viejo…

Toma con rabia la daga
Pero la vuelve a envainar,
Porque prefiere esperar
Que aquél bulto se deshaga.
La pasión que los embriaga
Los prende como presilla,
Ruedan sobre la gramilla
Como dos fieras luchando;
Y el viejo que está mirando
Se ahoga con la golilla.

Cuando el bulto se separa
La ardiente pasión amaina,
Deja la daga su vaina
Y brilla en la noche clara…
Al medio de ambos se para
Aquél gaucho enfurecido,
Comprobando dolorido
El cuadro imponente y crudo:
Un hombre semidesnudo
Y una mujer sin vestido.

Viéndolo todo perdido
En su improvisado lecho,
Ella desnuda su pecho
Y lo ofrece a su marido,
-“¡Matame, que habrás cumplido
Con el grito de tu honor,
Tu crimen será mayor
Porque al hacerme esa herida,
También matarás la vida
Que palpita en mi interior”.

“No he de pedirte perdón,
Pues no estoy arrepentida,
Si antes te entregué la vida
Hoy te ofrezco el corazón.
No busco una explicación
Pa’ mi infame proceder,
Pero debés comprender
Que aunque el pecho te taladre,
Yo también quise ser madre
Y con vos no pudo ser”.

“Hay otro ser que palpita
Dentro de mi mismo ser,
¡Al fin me siento mujer
Sobre esta tierra bendita!
No existe una ley escrita
Que justifique lo hecho
Pero si observas mi pecho
Sabrás que no te he mentido.
Están mis senos henchidos
Y mi vientre satisfecho”...

Sin más nada que decir,
Clava la vista en su amante,
Saca pecho hacia delante
Y se dispone a morir.
El hombre lejos de hundir
La filosa daga aquella,
Acepta su “mala estrella”
Y al curvar su erguida estampa
Tapa con su poncho pampa,
El desnudo cuerpo de ella.

Y totalmente vencido
Sin orgullo y sin moral,
Ensilla un brioso animal,
Muenta y sale decidido,
La noche le habla al oído
Le presta un poncho la luna,
Pero él no encuentra ninguna
Forma clara de entender;
Porque al perder su mujer
Perdió toda su fortuna.

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