viernes, 4 de febrero de 2011

Memoria para el olvido

El canto no es solamente
fervor que se determina:
es también sed que se inclina
por beber en la corriente;
es un pétalo sonriente
y es peñascal de oración,
ascua de sueño y pasión
que hundiéndose en cada cosa
desentierra una dichosa
noticia del corazón.

Si la troje manifiesta
su preñez, si el huerto ofrece
la euforia que lo abastece
de sombra y frutos en fiesta;
si en una parva recuesta
la alfafa su resplandor:
puedo agrupar el color
de una sonrisa cansada
y palpar con la mirada
la cicatriz del sudor.

Las cosas tienen sentido
si el canto que las convoca,
lleva enterrado en la boca
gusto a un recuerdo querido.
El árbol acontecido
perdura en su resplandor,
si el hacha del leñador
trocó en su carne el madero,
la mano del carpintero
condecora su verdor.

Quien canta debe encender
en la vigilia sus ojos,
y encontrarle a los rastrojos
el ruido del florecer,
todo consiste en tener
memoria para el olvido,
y echar al desconocido
transcurso de la costumbre,
leopardos de dulcedumbre
y tórtolas de bramidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario