sábado, 19 de febrero de 2011

En viaje

(Dibujo: Luis J. Medrano "Pampa")

En el tren de la Frontera
iban de viaje solitos,
el inglés Guillermo Monis
y el gaucho Mariano Pitos.

Serio el inglés meditaba
sobre un negocio arriesgado,
de ganar viente mil libras
por prestar dos al Estado.

El gaucho se entretenía
en contemplar los paisajes
que asoman, llegan y pasan
en los carrileros viajes.

Y aburrido del silencio
de su mudo compañero,
a las seis horas le djo:
-"Güenas tardes, aparcero".

Con mirada de balazo
se miedieron los dos nenes,
y el inglés, casi entre dientes,
apenas respondió: -"Buenes".

-Usté, que ha de ser nación
-siguió charlando Mariano-
sabrá por qué ese alambrao
lo han hecho tan chabacano.

Con unos postes grandotes
y dos alambres en yunta,
asujetaos en un palo
bien cerquita de la punta.

De siguro que el patrón
de esta estancia tan mentada
quiere que en campos ajenos
engorde su animalada.

O tal vez este estanciero
es pueblero invernador,
y por lerdo y maturrango
lo pitó el alambrador.

- No siñor; eses alambres
están colocades bien,
son les hiles que se llame;
telegrafe de la tren.

- No me embrome, don nación,
¿y pa qué tanto trabajo?
si el tren refala muy lindo
sobre los fierros de abajo.

Y dispara y se asujeta,
y vuelve a salir armao,
sin precisar para nada
los alambres del costao.

-Usté, amigue, no comprende,
el alambre es por hablar
e decir: Ché, preparase,
la tren le voy a largar.

-¡Caray!... ¡a mí no me pita!
si ya me habían contao
que los naciones charlaban
gritando en ese alambrao.

Una vez mandé un peoncito
hasta el fondo de la estancia,
y yo me juí a una cuchilla
a dos leguas de distancia.

Y bien juntito al alambre,
cuasi en los fierros trenzao,
le grité, como diez veces:
Ciriaco, me has escuchao?

Pero el muchacho no oyó
ni palabra ni bufido,
y eso que se había ensartao
un alambre en cada oído.

Conque ansina ve, amigazo,
que su cuento es pura bola;
pensó echarla de coludo,
y yo le corté la cola.

-Dejáte de cecarear,
gauchiti moi compadrón,
orejes re galle vieje,
fache re chive rabón.

-No arrugue que no hay quien planche,
no cuelgue, que no es cencerro,
malacara mal lambido,
tuito afeitao a lo perro.

Y en ese mismo momento
llegaron a una Estación,
donde el inglés muy callado,
bajó con su balijón.

-Adiós, -le dijo Mariano-
no se me vaya enojao;
y si le ocurre algo grave
hable por el alambrao.

1 comentario:

  1. Este hermoso poema lo recitaba mi madre. Ella lo habia aprendido en la escuela en el anio 1930 aproximadamnete.

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